La primavera de 1947 fue  la época en la que de la guerrilla de la AGL llegó a los Montes Universales de Teruel. Su presencia no resultó ocasional ni tampoco inoportuna. En el hacer continuo de una expresividad de convicciones y entrega se enmarcan todos y cada uno de sus actos. Pero el llegar y el estar, además del actuar, no fue suficiente. El término Montes Universales engloba geografía humana y física, territorio y personas. Y estamos, repito en 1947. En pleno dominio de la dictadura militar franquista y de la cobertura política falangista, aunadas, en un todo de imposibles. Por ello, el que en los pueblos de El Cuervo, Valdecuenca o Bronchales se colaborase, o un importante número de jóvenes vecinos se involucrasen en la dinámica del monte, merece más que nuestro reconocimiento. Por lo que supuso y significa. El valor moral de las causas sociales por encima de la personal. Como también, y doy un salto en el tiempo, el que a fecha de hoy todavía haya personas que se dignen ofrecernos sus recuerdos. Es el don del ser humano, sobreponerse a las adversidades, saber distinguir lo digno de lo adverso y ser consecuentes por la mejor propuesta de futuro. En los Montes Universales de Teruel, la guerra y la posguerra asolaron su territorio, pero queda como remesa una memoria de indomable, democrática y social, credibilidad.