XV jornadas del Maquis en Santa Cruz de Moya, Octubre de 2014.

Quiero dedicar mis palabras a estas dos grandes almas de las Jornadas, a Pedro Peinado y a Adolfo Pastor, presidentes de La Gavilla Verde y amigos.

Se presta el tema de esta mesa, en esta tarde de recuerdos casi ya de caballeros andantes y que anidan tanto en lo común como en la historia, a refrescar nuestra memoria de trato, admiración y respeto, desde lo más cotidiano, casi nunca circunstancial, hasta lo más emotivo. Se presa también a realizar un mero listado de un amplio abanico de viejos guerrilleros que uno ha conociendo y con los que ha compartido viajes, horas, comidas, cafés, entrevistas, charlas: todo un sin fin de desvelos e ilusiones a lo largo de estas dos últimas décadas . Se presta a un listado que nos diría poco o mucho según las experiencias propias acumuladas, si tan sólo leyésemos nombres con alguna fecha y lugar de complemento. Tal vez es lo que se espera de uno. No sé si por aires de nostalgia o de sana envidia. Ciertamente, no lo sé.

Pero lo primero que tendría que decir es que mi comunión con la memoria histórica ejercitada y puesta en valor de manera y credibilidad más que admirables por La Gavilla Verde ha sido y sigue siendo total. Es por eso que casi todos los guerrilleros antifranquistas que he tratado y de los que he aprendido estímulos y ejemplo de fortaleza, pensamiento o vitalismo han estado aquí. En esta mesa y en esas sillas. Y con ellos, y con Pedro Peinado hemos cerrado la última tarde de charlas de los sábados en muchas de las Jornadas anteriores. Podría citarlos y hasta una panorámica de fotografías de tales momentos nos servirían para recordarlos con admiración. Recuerdo precisamente uno de los carteles donde figuraban casi todos ellos.

No obstante, abstrayendo esta circunstancia, que en ningún caso es baladí, quisiera personalizar estas palabras y este momento puntual en el que se me da la oportunidad de recordarlos, desde el recorrido de la investigación y escritura de mis libros y de mis artículos, todavía en pie sobre la guerrilla de Levante y de su agrupación, y cuyo última publicación es la reciente sobre el mandato del gobernador civil de Cuenca en aquellos tiempos, el catalán Gabriel Juliá Andreu, editado este mismo mes, como sólo él sabe hacerlo de bien, el prohombre de la cultura conquense en estas últimas décadas, José Luis Muñoz, en su editorial Olcades, y titulado: El gobernador Gabriel Juliá (Cuenca, 1948-1956): Maquis, Falange, Cultura.

Mi relación con las personas y las historias de la guerrilla comienza en el ya lejano 1990 cuando tras haber leído y escrito bastante sobre Cuenca, sobre su historia, literatura, biografías y ediciones críticas de algunos de los personajes del siglo XVI y del XVII, sobre la Inquisición en Cuenca, sobre el interesante siglo XVIII, y hasta sobre las políticas económicas de la capital como supuesto eje vertebrador, cayó en mis manos la primera edición de libro de Fernanda Romeu y los del general Aguado Sánchez y con quien al menos una vez contacté por teléfono cuando perseguía los fondos fotográficos y documentales de la Guardia Civil, a los que, por cierto, nunca pude acceder de una manera satisfactoria. Los libros a los que me acabo de referir, los tenía subrayados, pues en ellos adquirían rostro y nombre, y no tan sólo apodo, algunos de los personajes más nebulosos de mi infancia, “el Manco de la Pesquera”, “Paisano”, “el Capador de Sotos”. Debió de ser hacia finales de los noventa cuando estaría por primera vez como uno más en el homenaje guerrillero de Santa Cruz y ese mismo año cuando un amigo de San Martín de Boniches, Alejandro, me habló de un maquis de verdad, de Emencio Alcalá “Germán”. Un día de ese mismo otoño viajamos desde Valencia hasta su pueblo y me lo presentó. Posteriormente repetimos el viaje en numerosas ocasiones.

Encontré en Emencio a una persona todavía activa, alegre, con un tesoro de vivencias, dolorosas casi todas ellas, que él rememoraba como escenas de película. A pesar del pesar por su padre y un hermano muertos en guerrillas, dos tíos y él mismo con años de cárcel, y hasta su única hija muerta en accidente de tráfico. Pero su vigor y alegría me contagió y hasta me dejó una copia de sus memorias malamente manuscritas y me acompañó a los parajes de la Menglana, a Villar del Humo, a Boniches. Con él estuve también aquí mismo en Santa Cruz. Conocí también en algunos de los muchos viajes que a partir de entonces he realizado a San Martín a su tío Agapito, que fallecería a los pocos años. Con ellos y sus memorias empecé a desgranar el enredo de hombres de Cerro Moreno, dejándolo más o menos claro a partir de un artículo publicado en la revista Olcades. Las memorias de Emencio, de cuya edición también se encargó José Luis Muñoz, fue mi primer empeño, del que me siento más que satisfecho, y sobre todo porque yo era la octava o novena persona a quien le entregaba una copia para que le hiciesen un libro, y nunca ha estado en mi ánimo defraudar a quien en mí ha deposito sus esperanzas.

El trabajo de anotaciones del texto de Emencio me metió de cabeza en la investigación sobre el maquis, la guerrilla de Levante y Aragón. Visité bastantes y variados archivos, entre ellos el militar y el del PCE, donde hallé otro texto con múltiples referencias a Cuenca, el informe de “Casto”, y conocía a los dos mentores de todo mi trabajo posterior, a Reme y a Florián.

Qué os puedo decir de ellos que vosotros mismos no hayáis vivido en primera persona. Bien en su residencia de la calle Bilbao en Valencia, o bien en muchos viajes de aquí para allá, en jornadas sobre la guerrilla, presentación de libros, homenajes a compañeros, actos múltiples, siempre recibí de ellos estímulo desinteresado y ejemplo de trabajo. Claridad y compromiso en los propósitos, en cualquier recorrido y a cualquier hora del día. Cierto que sus palabras, por lo que se refiere a Florián, siempre fueron las ajustadas al guión de jefe y doctrina. Es lo que se esperaba de él. Pero también él mismo, era el primero en ofrecerte su agenda cuando tu recorrido necesitaba nuevos bríos, fuentes o testimonios. Como sabéis Reme llegó a publicar una breve biografía familiar llena conciencia e interés.

Si Florián y Reme fueron el núcleo aglutinador y a través de ellos podría desgranar todos los nombres que jornadas tras jornadas nos han acompañado y en especial a los que yo he acompañado en la mesas de cierre de los sábados, Santa Cruz y su hospedaje de memoria activa, tan apasionadamente coordinada por Pedro, indiscutiblemente también fue referencia y fuente no solo de encuentros con guerrilleros, sino asimismo de complicidad con muchos de sus hijos y nietos, sobrinos, familiares, puntos de apoyo, enlaces desaparecidos, y de un sin fin de personas interesadas y agradecidas que con la palabra hablada o con el testimonio escrito me fueron apoyando y aportando luz a muchos de los contenidos narrados en mis textos. No podría citarlos a todos, y mucho menos dedicarles el tiempo y el espacio que se merecen entre estos, necesariamente breves, renglones. Con todos ellos tengo contraída una sincera deuda de afecto y admiración.

Por eso, permitirme que, entre los pocos que ahora evoque, suenen de manera fluida, fresca y clara el manantial de todos esos nombres de verdaderos luchadores por las libertades. Así, sin salirme del ámbito de guerrillero, tengo que citar entre los primeros a Esperanza Martínez y a sus hermanas Amadora y Angelita, y hasta recordar una de las varias ocasiones en las que tras haberlas conocido y acompañado en los primeros tiempos de mis investigaciones, recorrí la explanada de su aldea natal, Atalaya bajo el duende y el misterio de la soledad habitada en tantos y tantos espacios de la geografía guerrillera, que vosotros, a los que os gusta caminar, de seguro bien conoceréis.

Por ese camino llegué a Adelino “Teo”, tan lleno de biografía militante que de alguna manera pienso que siempre pudo llenar de comprensión más de una de las decisiones políticas de la lucha que en más de una mesa de esta misma sala analizamos. A vuestro paisano Pedro Alcorisa “Matías”, tan fiel a la memoria de la familia, del monte y de Higueruelas, uno de los mejores ejemplos de comunión entre la humildad y la labor diaria con fines sociales; a Gonzalo Cuallado “Angelillo”, tan lleno de alegría que hasta a uno siempre le dieron ganas de haber compartido muchas más horas con él y su esposa no solo aquí, sino en su casa de Valencia del barrio de Patraix o incluso en los refugios de Cofrentes; a Pepe Navarro “Andrés”, con su constancia y franca dialéctica; apenas a su compañero de Yecla, Fructuoso, todos ellos en Valencia. Como también a un ya cansado por la salud “Ceferino”; a una fortaleza andante a pesar de su gravísimo accidente de tráfico, Fernando Escrivá, tanto en su casa de Riola como en la explanada del Monumento guerrillero, al escurridizo Juan Antonio Magraner en su piso de Cullera, a “Peñaranda” proclamando su juvenil entrega. Como también a Eulalio Barroso, rememorando su experiencia familiar y los momentos inolvidables de su Himno guerrillero, y José Moreno Salazar, a Esteban Garví. Y hasta me desplacé en varias ocasiones a Algete para escuchar a “Rubio” y aún creo recordar que en una de ellas él ya me estaba esperando en la puerta de la casa de Alcobendas donde por aquellos días me alojaba, y casi no me dejó hablar en toda la tarde.

En el espacio de tiempo que nos ha tocado vivir, y por lo que se refiere a esa reconstrucción biótica de la memoria guerrillera, no es posible deslindar la referencia a los guerrilleros con la ayuda imprescindible, y por ende reconocimiento de los enlaces y puntos de apoyo, como el ímprobo esfuerzo de los familiares de aquellos guerrilleros que se quedaron en el camino y cuyos descendientes se han esforzado en recuperar y dignificar su memoria. A este respecto, y dentro de esta conexión con Santa Cruz de Moya y Valencia, no puedo dejar de ciar a Paco Molina y la familia de la Madre en Cofrentes, a Aida, Lara y Reyes, las sobrinas y nietas de Vicente Galarza y Peregrín Pérez en Buñol, como en Requena a de Los Isidros, de Casa del Valiente, de Jaraguas, de Nieva, de Sinarcas, a Julia Gómez, y con tanto cariño como a los citados a los amigos de La Pesquera y los familiares de Basiliso, en especial a Óscar Serrano, a Antonio Alpuente en El Cuervo, los hijos, en especial Dionisio, del “Viejo” de Gúdar, a la familia canaria de “Rodolfo”.

Pero el impacto más grande, bien lo sabéis, hablando, paseando, recorriendo el monte, buscando la estación de Caudé o revisando con lupa la nueva construcción de la Casa de la Madre, y a poco intentando localizar una antigua estafeta que le dejase a Jalisco, o fumando y tomando café con leche, o subido en el estrado y arengando, o enfrentándose a Santiago Carillo cuando ambos presentasen mi libro en el Congreso de los Diputados de Madrid, o discutiendo por detalles de sus memorias, sobre “Pepito el Gafas” o qué fue de algún guerrillero, ese fue José Manuel Montorio “Chaval”, una de esas almas peregrinas que nunca duermen, que siempre velan. El mejor vigía de la agrupación, y si yo fuera un buen poeta, ahora le recordaría con esos versos de Luis Cernuda precisamente de “El soliloquio del Farero” cuando escribe “Fui luz serena y anhelo desbocado”, y para tenerlo presente: “Soy en la noche un diamante que gira advirtiendo a los hombres, /para quienes vivo, aun cuando no los vea”. De todo ello nos quedan recuerdos, imágenes y en el caso de Montorio, además, sus impagables memorias, que algún día alcanzarán el valor de los texto clásico. Fue y sigue siendo más que una suerte y un placer haber compartido todo lo que vivimos con él. Eso marca. Por carta, teléfono, desde el primer día de su llegada al aeropuerto de Manises o en el imborrable viaje que realizásemos Pedro él y yo en busca del molino del Peinado, donde tantas novias tuvo y mantuvo a pesar de la caristía, atravesar Javalambre y redescubrir el recinto allanado de la vieja estación de Caudé donde empezó a cimentarse económicamente la AGL.

         Como bien es sabido, la investigación sobre la historia del maquis, tanto para documentales, como para películas o libros hay que hacerla o ha habido que hacerla sobre el terreno. Y ello supone muchas incomodidades, y tiempo y medios económicos. Por eso suelen ajustarse al espacio geográfico que cada uno de sus autores más domina, y no solo por lo emocional, ni mucho menos. Así, y eso que acabo de decir, y hasta repetir pues se halla desarrollado en varios de mis escritos, otro ámbito de cercanías y evocaciones ha de ser necesariamente la propia capital de la provincia, Cuenca. Y aquí he de citar a Carmen Martínez, la bandera tricolor de la calle san Francisco. Sin sus credenciales de fortaleza, de voluntad, de generosidad, no hubiera podido adentrarme en las realidades que la guerrilla desplegó tanto en la propia capital como en muchos pueblos ribereños del Júcar y del Cabriel, y hasta lamento no haber podido seguir sus indicaciones y consejos y haber intentado describir asimismo al menos algo de la lucha antifranquista en la Agrupación Manchega de Las Pedroñeras y su entorno. Aquí tendría que recordar con verdadero aprecio a Rufino, a Pasarón a Cotillas, a Labatut, Marcos Arcos y los familiares de Marcelino “Segundo”, en especial su hermana Pilar..

No fueron poco los empeños personales por localizar a otros muchos guerrilleros, en varios ámbitos y frenes de investigación, tanto personas destacadas en la dirección de la agrupación o sus sectores y hasta en las distintas partidas, como, al hilo de lo ya comentado en párrafos anteriores, en la geografía de mis investigaciones: Cuenca, Valencia, Teruel, Guadalajara, Albacete, sobre todo. El teléfono, las direcciones en los diversos consulados franceses, las aproximaciones por el mero apellido fueron mis mejores ayudas, como asimismo la tenaz constancia de mis queridísimos amigos Puri y Manolo. Gracias a ellos, por ejemplo, pude hablar y hasta, con el tiempo, entrevistar y escribir un largo artículo sobre él primer maquis detenido en Cuenca, Eulogio Rodríguez, o saber de todo lo acontecido en el entorno de Priego, Armallones, El Recuenco, Cañizares, Tragacete, Sotos, Valdecabras, Villalvilla y hasta localizar más de un emplazamiento, pues ellos dos son para mí los señores de la Tierra y sus sentires, siempre unidos a las personas y a sus más ancestrales y naturales vivencias de sostenibilidad.

A través de esta constante acción de escribir y telefonear, y hasta de utilizar con ayuda de quienes más saben de esto, de Internet, por ejemplo Juanbe o Vicente, pude localizar a otros guerrilleros como “Larry”, o al hijo de “Pepito de Guadalajara” que me facilitaría la memorias de su padre. También a “Geromo”, a los hijos de Tomás, al propio “Tomás” el supuesto traidor de Cerro Moreno, a la familia de “Capitán”, a la hermana de “Pepito el Gafas”, de “Casto”, de “José María”, de “Rufino”, de “Ramiro”, “Flores”, “Chatillo”, “Loreto”. Y sobre todo a uno de los jefes de la expedición de José Gros a “Sebastián”. A todo ellos les estoy más que agradecido. No es poco ese esfuerzo, pues como muchos de vosotros sabéis, en la guerrilla de Levante y Aragón, los apodos eras nombres comunes: “Andrés”, “Tomás”, “Peque”, “Francisco”, el de poner nombre a cada uno de ellos. Ese fue y en algún caso sigue siendo, por ejemplo “Tobáríx”, tarea ímproba donde encontré, en mis inicios más confusión que ayuda, y no está en mi ánimo ser un cotilla, ni un cínico, ni mucho menos un cretino.

Pero aunque parezca que con estas palabras, y con esta mesa cerramos más de un capítulo, que navegamos ya casi a contracorriente, todavía nos queda recorrido. Sigo empeñado, aunque seguramente atascado, todavía en poner rostro a todos, esta es mi utopía, los nombres de los guerrilleros y hasta a los enlaces y apoyos que recibió la guerrilla. En algún sitio debo de tener más de mil fotografías. También, me gustaría documentar los rostros de las personas enfrentadas a la misma, las de aquellos que fueron cuerpo necesario de la subsistencia, y hasta a la guardias, no sólo al general Pizarro. Con todo, y de manera especial, me quedó en el aire, haber sabido de “Asturias”, “Vitini”, “Cojonudo”, “Manso”, “Salvador”, “Genaro”, los hermanos “Santamaría”.

         Para terminar, y a modo de anécdota, que podríamos titular como “la última operación económica del maquis” y que recuerde la alegría con la que, al menos queremos pensar que entre nosotros vivieron sus últimos años, sintiéndose en parte útiles y reconocidos, quisiera recordar uno de los muchos viajes que desde Santa Cruz realizase con ellos de regreso a Valencia tras la comida del domingo en el día del Homenaje. Recuerdo bien que solía llevar a Florián, Reme, Adelino y su señora Isabel, o a Angelillo y a su esposa, o a Pedro, “Larry”, Navarro. Incluso en una ocasión esto ocurrió volviendo del Oroque con “Angelillo”, “Chaval”, Florián y Reme. Como sabéis los primeros días de octubre siguen siendo tiempo de uvas, uvas tardías ya en muchos casos. El caso es que sobre la marcha se me ocurrió decirles “¿Y si paramos y cogemos unos racimos?” Dicho y hecho y así volvimos a Valencia, aunque para ser sinceros en el recorrido de Cofrentes, ya en la llanura de Los Pedrones, fue el dueño quien nos las regaló muy amablemente una vez se lo pedimos y presenté a mis queridos acompañantes como maquis, sin armas, por supuesto, y bien aseados. Se emocionó. Como todos ahora y siempre al recordarlos.

MESA DE HOMENAJE A LOS GUERRILLEROS

Ser guerrillero es un acto de rebeldía. Ser guerrillero contra un sistema impuesto por las armas, jugándote la vida y buscando no una justificación personal sino un compromiso común, es también una heroicidad. Esa decisión en ningún caso nace como fórmula de estudio ni gen impreso en el ADN humano. Se trata de una construcción histórica con todos los percances que su devenir conlleva. Por eso requiere admiración y explicación.

         Durante varios años esta mesa ha estado frecuentada por guerrilleros de las diversas agrupaciones, de la Mancha, del Centro, de Extremadura, Andalucía, Norte y sobre todo de Levante y Aragón. Presentaba yo en algunas ocasiones, en bastantes, y dejaba la palabra final para Florián, previas a la clausuraba de acto y jornadas por Pedro Peinado. Era un rito que, como todo, el tiempo también altera.

Con la mesa se rendía merecido homenaje a los guerrilleros que en esos días y fechas pudieron desplazarse hasta Santa Cruz de Moya. Recibían miradas de interés y aplausos de admiración. Y quiero creer que tras esas sinceras manifestaciones de aprecio bullía más que nada un sentimiento de sintonía por su causa y por su actitud vital. Aunque, claro, cada uno tuviese sus maneras y modos de expresarse y por ello conectase con más o menos pasión con quienes les escuchábamos.

Imagino que en el inconsciente colectivo del juvenil auditorio bullían las imágenes rurales de la lucha, la memoria de los familiares próximos, las formas de vida con vitola de romanticismo, los grandes valores y los no menos sentires como la verdad, el miedo, la esperanza, el silencio, la noche, el día, el frío, el hambre, el dolor, la familia...

Había también algo de biografía. Pero saber el recorrido no fue lo más interesante. Acaso alguna anécdota, algún momento de tensión superada, algún chascarrillo cotidiano con el que pergeñar una media sonrisa. Primaba más lo vital. Vérselas de frente con la historia y sentirse, poco o mucho, inmersos en ella. Imaginarse que uno podría ser continuador mínimo de la misma. No sé si es no querer envejecer.

         Pero ahora, con el tiempo ya venciéndonos, sólo con el tiempo ya venciéndonos, es de justicia que los enfoques y debidos homenajes amplíen sus miradas. Sobre todo para que esa constancia de que algo se olvida no nos persiga, y ese olvido no se adueñe de la historia, ni de nuestros actos. La complejidad de la guerrilla dejó también caídos internos. Fueron bastantes, incluso demasiados y casi en ningún caso comprensibles para una mente actual.

He tenido la tentación de hacer un listado y nombrarlos, pero al fin me he decidido a no citarlos. Todo lo que yo supe en su momento lo incluí en mi libro. Allí remito a quien tenga interés. Tal vez lo único que pueda añadir es casi mi certeza de que como se apuntaba en algunas informaciones periodísticas, los restos de un cuerpo encontrado en una sima de Dos Aguas a principios del 2013 sean de un guerrillero. De cuyo desenlace también creo que se trata en mi libro.

Todos lucharon como los mejores, convivieron con la ausencia y la esperanza como los que más, y tuvieron in mente un mundo mejor y más justo al igual que los primeros, pero, con toda seguridad, las tremendas dificultades de la información, la aparición de directrices distintas, el cansancio de tanto tiempo entre noche y matorrales, los condenó. Una lápida que no sería justo que nosotros obviáramos. Porque ellos también son el cuerpo de la lucha, de los guerrilleros antifranquistas.

Y como digo, y como pienso, este, de acuerdo con el trabajo de La Gavilla Verde, y a través de su sección de Desaparecidos, este es un buen momento para recordarles, a través de sus descendientes. Y por lo tanto, desde mi afecto e interés, dejo la palabra al presidente de La Gavilla Verde para que les dedique unas palabras de presentación y sitúe el momento o los momentos de estos contactos familiares, y a los descendientes para que nos hablen de sus antepasados.