La provincia de Cuenca, en los años de la guerra civil, fue zona republicana. Territorio de retaguardia, tránsito entre Madrid y Valencia, espacio de reorganización de unidades, acogida de refugiados, intendencia, hospital y tribunales.
En su dimensión histórica, dentro del conflicto, se producen hechos semejantes a los de tantos otros espacios donde la rebelión es sofocada y un cuerpo anarquista y miliciano toma posiciones prerrevolucionarias. La derecha política y económica, así como el estamento eclesiástico son sus objetivos; como también la participación voluntaria en los distintos frentes.
Uno de sus sellos de identidad fue el de ser margen fronterizo con los Nacionales en plena Serranía. El curso del río Tajo marcó parte de esta línea. No hubo grandes enfrentamientos pero sí toda una red de ingerencias tácticas y militares tanto hacia una vertiente como hacia la otra. Un “muro de Berlín” activo con múltiples agujeros gruyere. No es extraño, por tanto, que unidades de vigilancia, guerrilleros del XIV Cuerpo, milicianos del Rosal, como huidos de casi cualquier punto geográfico ocupasen temporal o permanentemente sus rincones.
Uno de los lugares más significados allí enclavados, y no especialmente por la cuantía de hechos sino por la represión posterior en nada acorde con lo acontecido, es Vega del Codorno, al aire de Tragacete.
Vega del Codorno es un pueblo de supervivencia, aún hoy en día. Donde todo se ha construido por su propio vecindario. No hay hasta el final de la guerra, dada su corta historia como municipio, apenas unos diez años, grandes peticiones a la Diputación, ni para carreteras, locales comunitarios, o servicios sociales; apenas los algo más que coyunturales recursos a la Beneficencia, a finales de los años 20 y a inicio de los 40.
También tiene que ver su carácter con épocas y con densidad familiar. Diseminado en barrios, unas pocas familias, jornaleros o labradores. propician toda una amalgama de valores y actitudes. Endogamia que se expande entre los árboles genealógicos de los De la Hoz, Castillejo, Maeso, Cardo, Cava, González, Sánchez, y un poco menos entre los Nicolás, Martínez, Saiz, Alonso, Checa, Ochandio y Ferrel.
Hay por estas fechas una estructura básica maestros, herrero, molino, secretario, practicante, comercio, lo que resulta simplemente indicativo de un sistema básico que completa servicios y semeja un desarrollo más allá de los meros enfrentamientos.
Pues bien, la guerra civil trastoca todo. Y en este espacio de frontera, con sus muchas connotaciones, nos encontramos con siete muertos por motivos relacionados con intentos de deserción al Bando Nacional, pero con más de cuarenta encausados, doce fusilados en la saca más numerosa de la cárcel de Cuenca, y con seis muertos en prisión y cuatro más en el tiempo del maquis.
Conocer todo esto, cuando ya han transcurrido muchas décadas y hemos cambiado de siglo, es más que necesario. Y también triste tener que decirlo todavía. Vamos con demasiado retraso en el conocimiento y en el reconocimiento. El verdadero sentir de este trabajo. Así, creo que sabiendo esto, si en un futuro se diese una situación parecida habría más calma social, pues debería de haber mejor perspectiva de convivencia.
Salvaror F. Cava